A la hora del almuerzo, el ambiente en la manada se volvió tenso cuando anunciaron la llegada de la familia de Gregor.
La cocina parecía un hervidero de actividad frenética; y las lobas, que no perdían oportunidad para molestar a Elyria, no dejaban de susurrar entre ellas sobre la importancia de hacer un trabajo impecable.
Ya que la madre de Gregor era conocida por ser exigente y despiadada con los errores.
—Y no olviden, que no debemos ofender a la princesa. Se dice que su poder es capaz de explotar nuestros órganos. Me aterra la idea de hacerla enojar — susurró una, causando que Elyria se cubriera la boca para no dejar salir sus carcajadas.
Las lobas la miraron con desprecio y continuaron en lo suyo, ignorando a Elyria.
Quien intentó mantenerse al margen, pero no tuvo opción, cuando la nana le indicó que tenía que ir al comedor y desempeñar su papel de sirvienta.
—Mi niña, pronto te acostumbrarás — le dijo la loba nana de Gregor con amabilidad, a la vez que le acariciaba la cabe