—¿Cómo es posible que te confundiste de casa?
—Ay mamá, yo tampoco sé cómo fue posible.
Siete de la mañana, quizás un viernes o jueves, desconozco con exactitud el día y dudo haber visto bien la hora en el reloj ya que fuera de la ventana, la ausencia del sol es notoria.
Solo sé que mi mamá llamó, el lugar donde duermo se pudre en alcohol y Laura, mi amiga, parece un muerto en el suelo.
Lo admito, grité cuando la vi.
Y por suerte del destinó, justo movió su brazo como aviso de que la vida aún prevalece en su cuerpo.
Sigo pensando que pudo ser memoria muscular post mortem.
—¡Niña, deja de pintarme como loca!
—¡No lo hago, mamá!
—¡Te dije que te quedes resguardada, que nadie te viera!
—¡Lo hice!
—¡Anoche unos policías te vieron entrar a un restaurante chino!
—Se confundieron. —El alcohol presente en mi cuerpo se esfumó de inmediato.
¿Y cómo no? Si fui atrapada con las manos en la masa.
—¡Lo dudo!
—¡¿Crees más en los oficiales que en mí?!
—¡Sí! ¡Richard, ven a regañar a tu hija!
—Si el