El hilo. Tenía un hilo.
La frase se convirtió en un mantra, un escudo contra la avalancha de pánico que amenazaba con ahogarme. Me aferré al nombre, "El Recolector", como un hombre moribundo se aferra a una raíz en el borde de un precipicio. Era vago. Era peligroso. Pero era mío.
Salir de El Foso fue más difícil que entrar. Ahora que tenía un propósito, cada sombra parecía esconder a un espía, cada susurro parecía pronunciar mi nombre. La paranoia era un manto helado sobre mis hombros. Caminé con la cabeza gacha, moviéndome con el flujo de la multitud miserable, un fantasma entre los desesperados.
Pero, ¿cómo encontrar a un hombre que era, por definición, una sombra? No podía preguntar por él. Mencionar su nombre en voz alta sería como encender una bengala en la noche, atrayendo la atención no solo de él, sino de todos los depredadores que lo rodeaban. Tenía que pensar como Ashen me había enseñado. Tenía que cazar a mi presa observando su ecosistema.
Si El Recolector traficaba con hie