El tiempo se detuvo. Vi su mano enguantada de cuero negro elevarse lentamente, con sus dedos dirigiéndose hacia la tela raída que era mi único escudo. Cada fibra de mi ser gritaba que corriera, que luchara, que hiciera algo, pero estaba paralizada, era una simple presa esperando el golpe final. La sombra de su mano cayó sobre el tapiz, a centímetros de mi rostro.
Podía ver el cuero oscuro a través de la rasgadura, como un eclipse negro que estaba a punto de borrar mi mundo. Contuve el aliento, rogando que este no fuese un último adiós silencioso a las vidas que llevaba dentro.
Fue entonces cuando un sonido, tan violento e inesperado que pareció sacudir los cimientos de la fortaleza, rompió el silencio mortal.
¡BUM!
El pesado sonido de la puerta principal del despacho siendo empujada bruscamente, seguido por el estruendo de la madera al abrirse de golpe.
La mano enguantada se detuvo, a un milímetro de la tela. El encapuchado se congeló, representando una estatua de furia contenida. Sy