El pánico, más frío y afilado que cualquier rabia, tomó el control. Tenía que llegar hasta Aneira. Ahora.
Tomé una bocanada de aire para calmar las náuseas y me enfoqué en lo importante, en lo inmediato. Mi loba me reprendía mentalmente con debilidad.
“Estás poniendo en peligro a nuestros cachorros por no querer dejarme salir”, dijo en un gruñido bajo. “Estás actuando igual que el Alfa”.
Su acusación se me clavó en el pecho como un puñal frío. — No. — respondí en voz alta. — Estás siendo demasiado impulsiva. — Esta vez la regañé yo, había sido condescendiente con ella, porque entendía que le costaba un poco procesar el dolor de que nuestro mate nos traicionara, el dolor de él y su amante nos hubiesen asesinado bajo la mirada cómplice del Consejo, y que en el proceso nuestros cachorros también se hubiesen ido. A pesar de que la Diosa nos dió una oportunidad y volvimos en el tiempo, era difícil procesar todo el dolor que habíamos sentido, y más para ella, que su vínculo con nuestro mat