La luz no los controlaba. Les devolvía algo. Les mostraba dónde terminaba la influencia de Hecate y dónde empezaban ellos.
La sombra, al verlos moverse, enloqueció.
—¡Traidores! —escupió Hecate, y el remolino vibró con sus palabras—. Todo lo que tienen se los di yo. ¡Nada de esto existía antes de mí!
—Yo recuerdo cuando sí —dijo uno de los ancianos, por primera vez en toda la noche levantando la voz contra ella—. Recuerdo Umbra Lux antes de tus criaturas. Antes de tus rituales. Antes de tus susurros.
Su confesión se extendió como un incendio en hierba seca. No era una acusación perfecta. No era un discurso. Era simplemente verdad, dicha en voz alta, por alguien que había callado demasiado tiempo.
La Luna aprovechó el hueco.
Sentí una nueva oleada de luz recorrer el claro, esta vez más suave, pero más profunda. No iba hacia la sombra. Iba hacia las cadenas invisibles que rodeaban a varios lobos: aquellas hebras finas de magia oscura que yo había visto enredarse en torno a sus pechos, s