No intenté dormir de inmediato.
El peso de lo que acababa de declarar allá afuera seguía latiéndome bajo la piel, como si cada palabra que le había lanzado a la luna estuviera grabada en mis huesos. Mañana. Mañana les mostraré cuál Luna vuelve a alzarse. Era un juramento. Y los juramentos, en nuestra historia, nunca habían sido cosa ligera.
Di unos pasos hacia el interior, dejando atrás la bocanada de aire frío que se colaba en la entrada. El contraste con el calor del fuego fue casi violento. La cueva ya no olía solo a humo y piedra, sino a planes, a miedo contenido y a una determinación que, por primera vez en mucho tiempo, sentía que me pertenecía por completo.
Ashen seguía apoyado cerca de la entrada, como si él mismo fuese parte de la roca. Sus ojos se encontraron con los míos apenas crucé el umbral. No preguntó qué había hecho afuera ni qué había decidido. No hacía falta. Lo veía en mi postura, en mi respiración, en la forma en que mis pasos habían dejado de arrastrarse.
Yo habí