Pasamos el resto del tiempo afinando detalles: señales, tiempos aproximados, qué significaría si Dorian no se presentaba en cierto margen, qué haríamos si Hecate no aparecía frente al clan, sino a través de otros. La planificación era un rompecabezas vivo, que cambiaba con cada posibilidad y con cada recuerdo incómodo de lo que Umbra Lux se había convertido. Cada palabra, cada gesto de los tres, parecía tener un peso que no se podía ignorar. Esta vez, cualquier error sería fatal.
Cuando las ideas se agotaron y solo quedó el cansancio, la cueva se fue quedando en silencio.
El tipo de silencio que no es descanso, sino un intermedio. Una pausa antes del siguiente golpe.
Dorian se acomodó cerca del fuego, cerrando los ojos sin llegar del todo al sueño. Necesitaba descansar, pero su respiración nunca se volvió verdaderamente profunda. Podía sentirlo. Su mente seguía corriendo detrás de alternativas, ensayando frases, anticipando la reacción del clan si lo veían moverse “demasiado” hacia la