El calor le subió por la garganta como náuseas. Apretó los ojos.
Él era un Omega. Su madre siempre le dijo que los alfas intentarían aprovecharse de su naturaleza si resultaba ser Omega, si bajaba la guardia. Que debía mantenerse fuerte. Que no se dejara doblegar, que su instinto no sería excusa para ser débil. Que un Omega solo es débil cuando lo permite.
Pero entonces, ¿por qué había sido tan fácil caer?
¿Hyeon lo sabía? ¿Lo había notado? ¿Se burlaba de él? ¿Uso feromonas?
¿O también se sintió real para él?
Su pulso se aceleró solo de pensarlo.
«¿Y ahora cómo lo miraré a los ojos?»
No podía evitar preguntárselo una y otra vez. Porque había una mirada de Hyeon que no podía olvidar: la de esa madrugada, con la boca húmeda, las pupilas rojas dilatadas, y la voz temblando cuando dijo que no creía que el amor tuviera género.
Ren se apoyará con ambas manos en el lavamanos. Se miró al espejo, pero no se reconoció. Vio a alguien desnudo, asustado y confundido. Vio a un chico que no sabía si