Tomé una hoja en blanco y empecé a diseñar un nuevo boceto de joyería. Apenas terminé de estructurar la pieza y elegir los materiales, comencé a dibujar.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que, finalmente, levanté la vista y observé la obra terminada sobre el papel: era un anillo con un cuerpo formado por hilos de oro púrpura entrelazados. La decoración era una violeta hecha de platino, incrustada con una rara gema de amatista que, al verla, transmitía una sensación de misterio y elegancia.
Lo llamé “El Beso de la Violeta”.
De pronto, alguien exclamó desde la oficina:
—¡Guau! ¡Ariadna volvió a sacar un diseño nuevo, y está precioso!
Fruncí ligeramente el ceño.
—¡Dios mío, está finísimo!
—Paulina, tu hermana es increíble. Qué envidia…
Los elogios resonaron uno tras otro. Miré alrededor y vi que todas estaban mirando el celular, así que saqué el mío y abrí Facebook. Justo me apareció una nueva publicación de Ariadna.
El texto decía: “Seguiré esforzándome por diseñar piezas cada vez más hermosas. Este 'Beso de la Violeta' es para ustedes.”
Al ver la imagen, mis ojos se abrieron de par en par. Era exactamente el diseño que yo acababa de crear. Ariadna lo había publicado antes que yo.
En ese momento, alguien que pasaba por mi escritorio tomó la hoja donde estaba mi boceto.
—¡Miren esto! ¡Este diseño es idéntico al que Ariadna acaba de subir!
La gente comenzó a acercarse.
—¡Es igualito!
Sentí un vuelco en el corazón. Apenas intenté levantarme para recuperar mi dibujo, alguien me empujó.
—Paulina, ¿no me digas que vas a plagiar el diseño de Ariadna?
Las miradas se concentraron en mí como si acabaran de descubrir un escándalo gigantesco.
—Dios, una confía y luego resulta que sí es una copiona.
Entre el murmullo, alguien alzó la voz:
—¿No notaron que los diseños de Paulina y los de Ariadna siempre se parecen un montón?
De inmediato todos empezaron a buscar mis trabajos anteriores para compararlos con los de Ariadna. Aproveché ese momento para arrebatar de nuevo mi boceto.
—Este diseño es mío —dije con firmeza—. Es Ariadna quien me ha plagiado, siempre ha sido ella.
En ese instante, Ariadna entró por la puerta. Llevaba un vestido blanco corto, con los ojos ligeramente enrojecidos. Las lágrimas caían sin control mientras su voz temblaba.
—Paulina, ¿por qué copias mis trabajos? Yo sé que no te gusto, pero esos son mis esfuerzos, mis horas de diseño. Desde que regresaste a casa ya no eres cariñosa conmigo. ¿Estás enojada con papá y mamá?
Su apariencia frágil hizo que todos a su alrededor la miraran con lástima. Sus palabras encendieron la indignación colectiva. Alguien me empujó con fuerza por la espalda.
Perdí el equilibrio y caí hacia adelante, golpeando mi cabeza contra el escritorio. La sangre fresca recorrió mi mejilla y cayó al suelo.
Ariadna se agachó como si quisiera ayudarme, pero apenas me rozó, se dejó caer hacia atrás.
“¿En serio? ¿Con toda esta gente mirando?”, pensé.
Con los ojos muy abiertos y la voz dulce, me miró fingiendo inocencia:
—Paulina, ¿por qué me empujaste? Yo solo quería ayudarte a levantarte.
Todos corrieron a preguntarle si estaba bien y luego empezaron a señalarme:
—¡Paulina, no te pases! ¿Plagias, te descubren y encima te pones violenta?
—Sí, Ariadna, no le hagas caso. Gente así se merece lo que le pasa.
Ariadna se levantó despacio, con expresión triste.
—No importa lo que haga, ella sigue siendo mi familia. Yo estoy bien.
Sonreí con frialdad y la miré directamente.
—Ariadna, perdóname. Acércate un momento, quiero decirte algo.
Ariadna, con cara de víctima, dio unos pasos hacia mí. Cuando estuvo cerca, le solté una bofetada con toda mi fuerza. Ella perdió el equilibrio y cayó al suelo.
—Ay, ¿qué pasó? Yo solo te empujé un poquito, ¿cómo puedes ser tan torpe?
Ariadna se cubrió la mejilla con la mano, ocultando su mirada rabiosa tras el cabello suelto. Luego alzó la vista y volvió a fingir inocencia.
Yo ya no tenía tiempo para seguirle el juego. Mientras todos seguían pendientes de ella, me levanté y, sin importar los comentarios a mi alrededor, salí rápidamente de ese lugar lleno de veneno.