Los días que siguieron al reencuentro con Mateo no fueron fáciles para Clara. Apenas comenzaba a saborear la libertad, cuando Facundo volvió a cruzarse en su camino como un fantasma que se negaba a desaparecer.
La primera vez lo encontró esperándola en la entrada de la universidad. Apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, le lanzó una sonrisa melosa.
—Clara, solo quiero hablar…
Ella lo ignoró y apresuró el paso. Pero al doblar la esquina, sus manos temblaban.
Al poco tiempo apareció en su trabajo. Se presentó como un hombre arrepentido, hablando con sus compañeros, fingiendo ser atento y preocupado.
—Solo vine a asegurarme de que esté bien. La he lastimado, pero la amo —decía con voz quebrada, como un actor ensayando un papel.
Clara, al enterarse, sintió rabia y miedo a la vez, su obsesión la estaba asustando, Facundo tejía con cuidado una imagen falsa, y lo que más la angustiaba era pensar que alguien pudiera creerle.
Por las noches, al volver a casa, lo veía a veces en la a