Varias semanas después, el tan esperado día llegó: se inauguraba oficialmente el proyecto en el que Clara había puesto tanto esfuerzo, pero antes de salir al lugar de la presentación, el equipo se reunió en la oficina. El bufete entero estaba allí, revisando los últimos detalles de planos, carpetas y presentaciones. El ambiente estaba cargado de entusiasmo: se respiraba orgullo y nervios al mismo tiempo.

Clara entró con una carpeta en brazos y una sonrisa que reflejaba satisfacción. Mateo llegó unos minutos después, trajeado con elegancia discreta, y al verla cruzó la sala con naturalidad, inclinándose un poco hacia ella para saludarla. Sus compañeros notaron enseguida la forma en que ella se iluminaba al verlo.

—Ajá… —dijo una de las diseñadoras, con tono juguetón—. Eso no parece un simple saludo de colegas.

Varios rieron, y Clara, sonrojada, intentó concentrarse en abrir la carpeta sobre la mesa. Mateo, en cambio, no se escondió: sonrió tranquilo y tomó la palabra.

—Tienen r