Mientras en Ucrania en centro comercial estaba iluminado con luces cálidas, las vitrinas rebosaban de colores otoñales y el aire olía a perfume caro mezclado con café recién hecho. Clara caminaba tomada de la mano de Mateo, mientras dos de los hombres de Bastian los seguían con discreción, atentos a cada movimiento. Era la primera vez en semanas que Clara se permitía una sonrisa ligera, con los ojos brillando frente a los diminutos trajes de bebé exhibidos en los escaparates.
—Mira, Mateo —dijo señalando un conjunto con bordados plateados—, parece tan delicado… como si estuviera hecho para un sueño.
Mateo le devolvió una mirada serena. Iba tranquilo, más relajado que en otros días. Pero la calma se quebró en el instante en que, al girar hacia la zona de cafeterías, se cruzaron con un grupo de Hombres.
Uno de ellos, alto, de cabello oscuro y sonrisa cínica, lo reconoció de inmediato. Era el mismo que en su juventud lo molestaba, le insultaba y le golpeaba e instaba al odio para q