El bufete ardía en actividad. La licitación estaba a solo cuatro días y las horas parecían más cortas que nunca. La sala de trabajo conjunta se había convertido en un campamento improvisado: laptops encendidas, botellas de agua, tazas de café, montones de planos y maquetas parciales apiladas en las esquinas.
Todos se movían con precisión quirúrgica. Andrea, la arquitecta que había propuesto unir fuerzas, se mantenía al frente de la coordinación, ayudando a Raúl y Ernesto a distribuir tareas y a verificar que cada parte del megaproyecto avanzara según lo previsto.
Clara, sin embargo, no podía evitar sentirse distinta. El cansancio de los últimos días no era normal, y aunque intentaba convencerse de que era solo el estrés, las palabras de sus compañeras la rondaban como un eco: ¿no será que estás embarazada?
Aquella tarde, mientras revisaba un render digital junto a Mateo, sintió un mareo repentino que casi la obliga a sentarse de golpe. Mateo la miró alarmado, pero ella fingió qu