68. Comienzo del caos
La luz del amanecer de Nueva York entraba tímida por la ventana. El canto de las aves afuera me devolvía lentamente a la realidad. Ese día, Brian y yo desayunamos juntos. Me acompañó a buscar mi ropa para la jornada. Parecíamos un reloj suizo, perfectamente sincronizados, cada uno yendo hacia su área de trabajo.
Papeles.
Documentos.
Firmas.
El día entero fue un ir y venir de mis tacones sobre el mármol, trayéndome de golpe a la realidad de dónde estaba. Llevaba planillas que iban desde marketing hasta contabilidad; presupuesto, llamadas para confirmar que las personas estarían listas para mañana. Técnicamente, mañana sería mi último día, pero me había tomado muy a pecho que todo saliera perfecto.
Cada detalle lo manejé con precisión quirúrgica, trabajando con todas las áreas. Mantenía comunicación constante con los decoradores, que ya habían empezado con los arreglos que podían adelantarse para el día siguiente. Confirmaba a los músicos y me aseguraba de que todos los servicios estuvi