Nos quedamos mirando el agua el tiempo suficiente para que cualquier sentimiento de miedo y duda se disipara. El vaivén de las olas y la brisa marina nos envolvían en una calma casi hipnótica, como si el mundo se redujera a ese instante.
—Laurent —dijo finalmente, rompiendo el silencio—, ¿me contaste esto porque temías que Oliver me dijera algo?
—Sí… no quería que viniera de su boca —me acurruqué ligeramente en sus brazos, buscando la certeza de su abrazo—. No quiero perderte.
Mi voz salió como un clamor, y él respondió con una sonrisa serena, acariciando mi rostro con la ternura de quien custodia una obra invaluable.
—Yo no te alejaría por eso, cariño. ¿Quieres volver a la casa de mis abuelos? No quiero que piensen que nos fuimos porque no nos gustaba la fiesta.
—¿No es lo que siempre dices los lunes después de sus reuniones familiares? —pregunté, lanzando una ligera broma.
Brian hizo una mueca divertida.
—Que no se entere mi abuelo que digo estas cosas.
Reímos juntos, y esa risa comp