En ese momento, mi alma fue arrancada, abducida por un ovni para hacerme sufrir, y, tras experimentar miles de años de tormento, volvieron a meterme en mi cuerpo. Mis dedos temblaban sobre el aparato electrónico. No, eso era imposible.
No podía ser real.
Miré la foto con detenimiento: una, dos, tres, cuatro veces. Amplié la imagen buscando hasta la última de sus pestañas para comprobar que no era un actor pagado, un maniquí, un hermano gemelo perdido o un clon. Estaba sumamente estresada mientras llamaba al teléfono de Brian.
Llamé tanto que mi dedo se tornó rojo, la pantalla estaba ardiendo, y su buzón de voz se llenó. En esos mensajes gritaba, preguntándole por qué. Lo maldecía en diferentes idiomas y estaba tan furiosa que incluso busqué en Google cómo insultar en sumerio. ¡En sumerio! Así de enojada estaba. Eran alrededor de las cuatro de la mañana cuando, por fin, dormí.
Y en mis sueños… Brian estaba con Victoria. Ambos en una cama, burlándose de mí. Muy seguramente se reía de mi