54. La maldad no para

La pequeña Esperanza ríe con Liliana, ambas sentadas en la cama mientras Briseida prepara el desayuno. Acaba de bañarla y tiene su pijama ya puesto. No suelta su peluchito por nada, y Liliana también le gusta que no lo suelte porque ella misma se lo compró.

—Eres una niña muy linda —Liliana la carga ya. La bebé ríe, en especial hoy, que se levantó sin tanta tos—. Y vas a tener muchos juguetes, y muchas cosas que te daré. Y te daremos.

—Aquí está listo, señorita Liliana —Briseida sonríe. A Esperanza la sienta frente a las dos y se encarga Liliana de darle un poco de agua—. Me dijo que iría con esa amiga que vio ayer en el parque.

—Sí. Fabiola. La conozco desde hace mucho, y en el fondo, muy en el fondo, me interesa esa mujer —Liliana admite—. ¿Usted no sabe quién es Gladys Bustamante?

—Creo que oí de ella —Briseida toma asiento.

—Era nieta de Carolina Bustamante, uno de las mujeres más ricas de éste país. Según tengo entendido sucedió algo entre ellas, y le quitaron su apellido, todo.
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