53. En un laberinto sin salida
Priscila se queda muda, con los ojos perdidos en su hermano. No había creído que de entre todas las personas que escucharían fuese Juan Pablo quien las miraría con un fruncido de cejas, esperando con su característico enojo que arrebata el habla. Josefina también pierde algo de concentración con su hijo. Moriría si éste hombre se entera de quien están hablando. De quien hablaban en realidad.
—¿De que niña están hablando o tengo que preguntar otra vez? —Juan Pablo arremete.
—No hablamos de cosas importantes —Josefina toma asiento. Priscila abre lo ojos, incapaz de decir si lo que dice su madre es real—. No te preocupes.
—Estoy interesado en saber. No tengo problemas en saber de que hablan —Juan Pablo se cruza de brazos.
—Pues —Priscila traga saliva. En el fondo quiere con todas sus fuerzas decirle la verdad a pesar de que Gladys pueda odiarle—. Es que-
—¿Quieres saber? —Josefina interrumpe a su hija con una mirada amenazante—. Bien, te lo diré. Yo misma te lo diré —Priscila se alarma.