Capítulo 76: Una obsesión.
Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, la mansión Lothus ardía de luces y furia.
El sonido de un vaso rompiéndose contra la pared retumbó en el salón.
Sebastián Lothus, con el rostro desencajado, se giró hacia su mano derecha, aún con el whisky temblando entre los dedos.
—¡¿Cómo diablos se supone que alguien se me adelante en MI plan?! —rugió—. ¡Ese bastardo debía desaparecer por mis manos, no por las de otro!
Su asistente, un hombre de traje oscuro, bajó la mirada.
—No tenemos información precisa. Todo ocurrió en cuestión de minutos. La policía habla de un ataque sorpresivo, un disparo en el estacionamiento del hospital.
Sebastián se apoyó contra el escritorio, respirando agitadamente.
Su enojo no era por Alexander. Era por Elena. Porque si el Dereveux moría, ella se rompería… y él no podía permitirlo.
Solo él podía matarlo. Y solo él podía romperla. Nadie más tenía ese derecho.
—¿Y ella? —preguntó, con voz ronca.
—Estable, pero sigue en coma.
Sebastián cerró los ojos, apretando