Capítulo 70: Es mi hija.

El motor del coche rugía suavemente bajo la lluvia nocturna. Las luces de la ciudad rebotaban sobre el parabrisas mientras Alexander Dereveux permanecía en silencio, con los nudillos blancos alrededor del volante. No dejaba de ver, en su mente, la imagen de Elena con el moretón en el brazo. Aquella marca. Aquella maldita prueba de que alguien había osado tocarla.

—¿Está seguro de esto, señor? —preguntó su asistente desde el asiento trasero.

Alexander no respondió. Solo levantó ligeramente el mentón, su perfil recortado por la luz azul del neón que entraba por la ventanilla. Su mirada era pura oscuridad. Un abismo frío y letal.

—Encuéntrame al bastardo —ordenó finalmente. Su voz era tan baja que parecía un rugido contenido—. Antes de que amanezca, quiero que Lothus sepa lo que significa tocar lo que es mío.

El chofer no se atrevió a hablar. Pisó el acelerador, y el auto se perdió entre el tráfico.

El club estaba saturado de humo, risas falsas y el tintinear de copas costosas. La música
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