—Dana—
Felicidades estás embarazada… — era lo que escuchaba como un pitido en mis oídos. M****a, m****a y más m****a, me gritaba mi estúpida conciencia que apareció de repente cuando ya no la necesitaba recriminándome...
Estaba en un campo de flores mientras acariciaba mi enorme panza, los días eran cada vez más largos y sentía que no se acababan en este lugar. De un momento, mi panza desapareció y tenía en mis brazos a un bebito de ojos azules como los míos y con esos pelos locos de su padre. ¿pero cómo podría pasar esto? ¿Estaba en un sueño? ¿Y si me morí de la impresión?
—¿Mami? — ¡¿Qué?! ¿cómo creció tan rápido? — Mami, ¿Qué pasa? No te ves bien…
—Oh, cariño, lo siento por asustarte, pero mami se sintió malita y parece que se desmayó y por eso estoy así.
—¿Y papi?
—¿Papi? — ¿cómo le decía a mi bebé que no tendría papá?
—Siempre estaré con ustedes, no lo olvides mi pequeño diablillo— m****a, de verdad que debo estar en el infierno, ¿Cómo es que se me aparece ese maldito demonio de tres patas hasta en el otro lado?
—Papiiiiii— mi pequeño se levanta de mi regazo y va al encuentro de su padre quien lo sostiene y levanta para dar vueltas con él.
—¡Cuidado, Thomas!
—Sé lo que hago, es mí hijo…— Thomas comienza a caminar con mi pequeño en brazos y se aleja de mí, siento una opresión en el pecho y muchas ganas de llorar, él se está llevando a mi bebé y yo no puedo hacer nada, pues estoy como enraizada en este campo…
—¡Thomas, noooooo, no te lo lleves, es mi bebé!
—Calma, preciosa, ya estás bien, fue solo una pesadilla. — me dice Phoebe, mientras revisa el goteo en mi vía.
—Es que fue tan real, Phoebe…
—¿Quieres hablarlo?
—¿Quieres escucharme?
—Vamos, tu me cuentas y capaz que yo te cuente algunas cosas de mí.
Y esa mañana, pasé contándole a mi enfermera lo que había sucedido en mi vida, desde el abandono de mi madre, pasando por la trágica muerte de mi papá y cómo conocí a Alma y al papá de mí bebé. De lo inestable que era y que me había dejado llevar por lo que “sentía” en ese momento por él y su posterior desprecio, de lo estúpida que fui al llegar a España y que, por culpa de tener que solucionar el “problemita de Newtt” se me olvidó tomar la maldita pastilla.
—Y después de todo lo que me has contado ¿qué harás?
—No lo sé, Phoebe, tengo miedo.
—¿Quieres interrumpir el embarazo?
—¡No! Por dios, eso nunca, este puntito no tiene la culpa de nuestros errores, solo tengo miedo de volver y que Thomas me lo quiera quitar.
—¿Y por qué piensas eso?
—No lo sé, será porque me trató de puta abusadora o capaz y crea que lo hice a propósito.
—Jajaja, no te veo como una puta abusadora y menos como que lo hicieras a propósito, chiquilla, más veo a una chica enamorada de un imposible, pero vamos. De eso se trata la vida, de amar, vivir y disfrutar lo que se te ha puesto en tu banquete personal.
—Deberías ser psicóloga…
—Jajaja, Nooooo es solo lo que he aprendido de esta vida que me tocó vivir.
—Pues espero que me lo cuentes…
—Hagamos algo, terminaré mi turno y hoy me quedaré un rato más haciéndote compañía.
—¿Y Omar? ¿Noah? No se molestarán.
—Por el contrario, les avisaré que tienen su tarde de chicos adelantada. —Phoebe me guiñó el ojo y salió, como siempre, con esa sonrisa vivaz que la caracterizaba. Ahora, que estaba sola, tenía mucho que pensar, pero sobre todo poner las cartas sobre la mesa para saber ¿qué iba a ser de mí? En adelante…
Pasamos la tarde conversando con Phoebe de su vida y del nacimiento de su pequeño Noah y de las dificultades que había pasado de joven y ahora el gran amor que había llegado a su vida junto a un nuevo milagro por partida doble. Dios, teníamos historias para escribir una novela y eso nos hizo reír como locas, a eso de las nueve de la noche, Phoebe se despidió de mí, ya sabíamos que lo más probable es que mañana me dieran el alta y ella tenía su día libre, intercambiamos números de teléfono y prometimos estar en contacto, pues mi embarazo lo seguiría tratando con la doctora Jiménez, ese sería mi primer paso, cuidarme y cuidar a mi pequeño puntito…
Comenzaba un nuevo día y ya habían pasado tres meses desde que tuve aquel desmayo, ahora a mis seis meses de embarazo, mi pancita se notaba y la encontraba la más bella del mundo. Estaba por terminar el rodaje de la película Newtt y tenía varios prospectos para seguir acá en Europa, lo que me tenía sumamente contenta, pues solo debería viajar dentro del continente, sin pensar estar de vuelta en Estados Unidos.
Tuve que contarle a mi jefa lo de mi embarazo y ella me felicitó por la llegada de mi bebé, la señora Valery estaba más contenta que pulga en perro nuevo y me hizo reír muchísimo con sus palabras y bendiciones. Aún no he tenido el valor de decirle a Alma del bebé, pero sé que esa conversación la debo tener más pronto de lo que espero, pues ella no se merece que le oculte nada.
—Hola belleza, ¿ya estás lista para ir a conocer a puntito?
—Hola mi estrella del firmamento multicolor, pues claro, espero que hoy si se nos muestre, aunque ya sé qué es.
—Uy, tanta confianza me aterra mi Shadowcita, ¿será que eres bruja?
—Ya cállate, idiota y vamos al hospital.
Nos subimos a la camioneta, mientras Antonio maneja como siempre.
—Hoy será un gran día mi querida Shadowcita.
—Me encanta tu optimismo, estrellita multicolor.
Fuimos repasando uno de los manuscritos que teníamos en carpeta y que ha Newtt le había interesado, se trataba de una novela histórica y el personaje de oficial inglés le venia de perilla, como dicen por acá, pero sabía que algo le molestaba el día de hoy a mi amigo y representado y quería indagar en lo que era.
—A propósito, ¿qué pasa por tu cabecita?
—Uff tantas cosas mi querida Shadowcita, pero hay algo que me preocupa y es saber ¿Qué haremos después de que nazca el bebé?
—¿Cómo que qué haremos? No entiendo.
—Simple, por el momento no pasa nada pues los medios están preocupados de mí, pero en algún momento vas a explotar y las chaquetas anchas no van a servir.
—¿Crees que afecte a tu carrera? Si es eso, te prometo que hablo con la jefa y doy un paso al costado.
—¡No, idiota! No me refiero a eso, con Antonio queríamos decirte que queremos dar ese gran paso.
—¿De qué me estás hablando?
—Que queremos casarnos, querida Dana.
—¿Qué?
—Queremos casarnos y así mantener nuestra relación en boca de todos, sería una forma de que nadie te involucre conmigo, si llegasen a pensar que puntito es mío.
—¿Están de broma?
—Noup, ya lo hablé con Valery y entendió que lo mío con Antonio es serio y con eso te damos la seguridad de que nadie te molestará a ti.
—Tontos, no debían preocuparse por mí, sino por ustedes, estoy tan feliz de que vayan a unir sus vidas— sí, esa era yo, llorando a moco tendido por mis dos amigos que al fin decidían estar juntos sin que nadie pudiera meterse en su relación—, pero yo también quiero pedirles algo.
—Si está en nuestras manos, por supuesto mi querida Shadowcita.
—Quiero que sean los padrinos de mi puntito.—Antonio da un frenazo que si no fuera por los cinturones de seguridad, habríamos salido disparados.
—Mierda Dana, no puedes decirnos esto mientras voy manejando.
—Cariño, no te enfades. No sé tú, pero yo feliz de ser el padrino de puntito.
—Pues claro que estoy feliz de serlo, pero para la próxima, ten más cuidado cuándo nos das una noticia como ésta.
—Bueno, bueno, ya entendí. Ahora, sigue adelante que sino llegaremos retrasados y la bella doctora nos va a regañar.
Llegamos a la consulta de la doctora Jiménez, que nos recibió con su actitud positiva de siempre, me tomó la presión y los signos vitales y luego me pidió que me subiera a la camilla.
—Veamos si hoy este pequeñín o pequeñina por fin se muestra— colocó el gel en el transductor y luego lo empezó a mover por mi pancita—. Está perfecto en peso y porte y miren se está chupando el dedo.
—Aww, se ve tan hermoso, si tiene la misma nariz que su padrino.
—¡Newton!…
—Jajaja, señor Van Pelt. Si no fuera por esa declaración diría que son igualitos.
—¡Doctora!
—Prosigamos… a ver… no te me escapes… te tengo. Ven eso ahí.
—Se los dije.
—Págame esos cien euros cariño, Dana tenía razón, eso que está ahí no deja duda alguna.
—¿Qué? ¡No! Yo quería una niña.
—Pues, es lo que hay, felicidades Dana, tendrás un hermoso y saludable varoncito.
Mis sueños no podían estar errados, estaba esperando a ese pequeño que he visto cada noche junto a su padre. Ahora, mi pequeño mundo tenía un nombre y era Tomás…