Los secuestradores desviaron sus miradas hacia Eugenio con una amenaza latente en sus ojos.
El aire estaba tenso, el peso de la situación abrumaba a Terrance, pero en ese momento, algo cambió.
Eugenio, con una rapidez inesperada, aprovechó la oportunidad para lanzar un golpe certero contra uno de los hombres.
Sin dudar, Terrance se lanzó contra el otro, su cuerpo y mente actuando como uno solo. La lucha fue feroz.
Los golpes resonaban en el silencio de la noche, y la tensión del momento parecía interminable.
Ambos recibieron algunos golpes, pero con cada uno, su determinación se hacía más fuerte.
Los secuestradores, sorprendidos por la resistencia de los dos hombres, comenzaron a retroceder. Terrance y Eugenio estaban exhaustos, pero no iban a ceder. En un último esfuerzo, casi logran derribar a los atacantes, cuando de repente, un sonido ensordecedor cortó la atmósfera.
Las sirenas de la policía comenzaron a sonar a lo lejos, acercándose rápidamente.
Los secuestradores, al ver que no