Bianca rompió en llanto, las lágrimas corriendo por su rostro como una cascada incontrolable.
Intentó llamar a Randall una vez más, pero su teléfono seguía sonando en vacío, su llamada sin respuesta.
Desesperada, lanzó el teléfono con rabia, escuchando el ruido sordo del dispositivo al caer al suelo, pero el dolor que sentía en su pecho era mucho más intenso que el de su fracaso al no obtener ninguna respuesta.
De repente, algo más la hizo detenerse en seco. Sintió una humedad en sus piernas.
Miró aterrada hacia abajo y vio la sangre, corriendo en un torrente que rápidamente empapaba el suelo bajo ella.
Un grito ahogado salió de sus labios, un grito desgarrador que solo podía ser interpretado por una madre que estaba perdiendo a su hijo.
—¡No, mi hijo! —exclamó, el terror paralizándola.
Su visión comenzó a nublarse, el dolor físico y emocional combinándose en un torbellino que la hizo perder el control.
En un instante, su cuerpo cedió y se desmayó.
Su empleada, que había estado cerca,