DAFNE
La oscuridad tiene un latido.
Y esta noche, late dentro de mí.
Cuando caí, pensé que estaba muriendo — el frío me devoró por completo, el aire desapareció de mis pulmones y todo sonido se desvaneció. Pero entonces me di cuenta… no estaba muerta.
No, algo mucho peor había ocurrido.
Había caído en su mundo — el dominio de las sombras del que Eleonora me había susurrado en mis pesadillas.
Aquí no hay fin. El aire sabe a humo y ceniza. El suelo parece vivo, palpitando bajo mis pies descalzos como una bestia moribunda. La oscuridad susurra mi nombre una y otra vez, cien voces fundiéndose en una sola.
“Dafne… vuelve a casa…”
Mi cuerpo tiembla, mi corazón retumba en mi pecho. Odio la oscuridad. Siempre la he odiado. Me atormentaba cuando era niña — lloraba hasta que alguien encendía una luz.
Pero ahora no hay luz. No hay escape. Solo este vacío pesado y vivo que me oprime desde todos los lados.
La voz de Atenea parpadea débilmente en mi mente.
—Mantente fuerte, Dafne… no est