DAFNE
Un año.
Un ciclo completo de lunas desde la noche en que la Luna Roja se volvió plateada.
Desde que la sangre dejó de caer, y la paz —frágil, temblorosa paz— finalmente se atrevió a vivir aquí.
Los terrenos de la manada se llenaron nuevamente de risas. Los lobos luchaban no para matar, sino para entrenar. Los cachorros perseguían mariposas entre la hierba. El aroma a pino y lluvia fresca traía esperanza en lugar de muerte. Por una vez, la Manada de la Luna Roja se sentía viva.
¿Y yo?
Ya no era la omega a la que llamaban una reproductora.
Ya no era la chica asustada vendida como una moneda por la avaricia de mi padre.
Era Dafne Blackthorn —Luna de la Manada de la Luna Roja. La Reina de la Sangre Lunar.
Mis manos descansaban sobre mi vientre hinchado mientras me quedaba junto a la ventana abierta, mirando el horizonte pintado de rosa y dorado. El aire vibraba suavemente, una promesa tranquila. Los gemelos patearon—uno tras otro.
“Están impacientes”, murmuré con una