DAPHNE
El aire a mi alrededor se sentía pesado… demasiado pesado para respirar.
Todo estaba oscuro otra vez. Sin luz, sin sonido, solo el eco de mi corazón latiendo en mis oídos como un tambor distante.
Intenté moverme, pero mi cuerpo no obedecía. Mis piernas se sentían inmovilizadas, como si manos invisibles me sujetaran. La oscuridad no solo me rodeaba… estaba dentro de mí, presionando, susurrando, atormentando.
Otra vez no. No la oscuridad.
—Madre… —murmuré suavemente, mi voz temblando. Casi podía verla— de pie entre el fuego, extendiendo su mano hacia mí, su rostro desvaneciéndose mientras las llamas la devoraban por completo. El mismo sueño que he llevado desde niña. El que me hizo temer a la noche, a las sombras… a mí misma.
De pronto, una débil luz apareció frente a mí. Dorado y plateado mezclados, girando como niebla.
—¿Athena? —susurré.
Su voz llegó como una brisa cálida.
—Estás a salvo, pequeña. Por ahora.
Me giré lentamente. Allí estaba—mi loba—su pelaje blanco brillando ba