DAPHNE
El gruñido volvió a sonar. Profundo. Furioso. Demasiado cerca.
Retumbó a través de las paredes de la mansión y se deslizó bajo mi piel.
Mis ojos se abrieron de golpe.
La habitación estaba oscura—demasiado oscura. De ese tipo que se come el aire y aprieta el pecho hasta que no puedes respirar.
Las luces parpadearon una vez, y luego se apagaron por completo.
Y eso fue suficiente para que el pánico se alzara dentro de mí como una ola.
No… no, otra vez no.
Mi pecho se tensó mientras mi corazón se aceleraba. La oscuridad… siempre trae su voz. El último grito de mi madre. El coche en llamas. El olor del fuego. El sonido del vidrio rompiéndose. La noche en que todo lo que amaba se convirtió en cenizas.
Presioné mis manos temblorosas contra mi pecho, intentando respirar, pero mi garganta se negaba a abrirse.
—Jordan —susurré. Mi voz se quebró.
Él se volvió desde la ventana. Solo podía ver su silueta—alto, de hombros anchos, peligroso, y aun así, el único lugar que alguna vez se sintió