Diana estaba sentada en la barra del bar, con los lentes de sol bien ajustados y la capucha cubriéndole parte del rostro. La luz del lugar ayudaba a mantenerla en las sombras, pero aun así no dejaba de mirar hacia todos lados, inquieta.
Cada vez que alguien entraba, su cuerpo se tensaba por un segundo. Observaba rostros, gestos, y los movimientos que tenía la gente.
Diana no podía permitirse ser vista. Mucho menos reconocida. Ni Gabriel sabía que estaba en ese lugar.
—Un vaso de jugo natural, por favor —pidió.
—¿Sabor?
—Lechosa.
Esta vez no iba a cagarla y beber alcohol. Necesitaba controlarse y mantener a ese bebé a salvo.
Diana esperaba a Luca, el diseñador que contrató en secreto. Bebió un sorbo de jugo cuando el bartender lo sirvió, y en ese momento, un hombre se sentó a su lado.
—Veo que ya se te empieza a notar la panza, Diana —expresó, tomándola por sorpresa.
Ella giró la cabeza y lo vio con esa sonrisa pícara que le causaba escalofríos. Luego bajó la mirada y se q