Unos días después, Diana Anderson no dejaba de aparecer en Internet como la mujer que revolucionó el mundo de la moda. Esa que inspiró a muchos.
Helena llegó a Nocturne Fashion, era su primer día de trabajo y planeaba destacar. Todavía le dolía ver a Gabriel subiendo fotos con su nueva prometida. Las dos personas que ella más amaba y valoraba, la terminaron apuñalando por la espalda. —¡Bienvenida! No imaginé que serías contratada por el mismo Nicolás —habló la recepcionista al recibirla—. Mi nombre es Karen Sánchez. Espero que nos llevemos bien. Tendremos que vernos todos los días —rio, con entusiasmo. Helena se quedó muda por un segundo. Olvidó que aquel día no le hizo caso y se metió a escondidas a la oficina del jefe. —M-muchas gracias por recibirme así —Apretó los labios—. Soy Helena Cooper. Sé que nos llevaremos bien. —¿En qué puesto estás? ¿Secretaria? —interrogó. —No, no —Sacudió ambas manos—. Soy diseñadora. —¡Oh! El puesto que estaba vacante. Nocturne Fashion no había sacado ninguna colección nueva debido a la falta de un diseñador. El último fue despedido porque entregó su peor trabajo… —comentó, con las cejas hundidas—. A veces pienso que Nicolás sólo busca la perfección. —Ya veo —Helena tragó saliva—. Espero estar a la altura. —¡Te acompañaré a tu oficina! —No creo que haga falta. —Es una orden que Nicolás me dio —Karen le dedicó una sonrisa amigable. —En ese caso, no me puedo negar —resopló, acomodando su bolso. Karen dejó lo que estaba haciendo y salió de la recepción emocionada. Era la primera vez que veía a una mujer simpática en la empresa. Esperaba poder tener una amistad a futuro con Helena. —Tu oficina está al lado de la del jefe —informó—. Es algo que Nicolás considera imprescindible, ya que así podrás mostrarle cada uno de tus avances sin hacer mucho recorrido. Los tacones de Karen resonaban en la pulcra cerámica. Subieron solas al ascensor y luego caminaron por un largo pasillo. Helena detalló que las paredes también tenían cerámica blanca, haciéndolas ver más modernas y brillantes. —No sabía que el puesto de diseñador estaba vacante. Nicolás no me mencionó esa parte —susurró la castaña. Se detuvieron frente a una puerta con la etiqueta de: oficina del diseñador. —Nicolás no es muy hablador con personas nuevas —expresó, inhalando hondo—. ¿No te asustó? —Debes conocerlo muy bien… —Helena se echó hacia atrás un mechón de su cabello. Karen se lamió el labio inferior y sonrió. —Lo he estudiado por mi propia cuenta. Al ser mi jefe, es obvio que debo conocerlo. Pero nuestra relación no es cercana… —explicó, encogiendose de hombros—. Digamos que lo admiro. Es todo. En el fondo, Helena se sintió aliviada. —He de admitir que me dio un poco de miedo. Es todo lo contrario a su hermano mayor —confesó Helena, mirando el techo. —¡¿Conoces a su hermano?! ¿Su mayor enemigo en el mundo de la moda? —Karen llevó ambas manos a sus mejillas, sorprendida—. No me digas que tuviste algo con él. —Lamentablemente, sí. Fuimos novios —bufó. —¡No lo puedo creer! —Ejem —Alguien Carraspeó detrás de ellas. Se trataba de Nicolás. Tenía una postura firme, de brazos cruzados. Mirada juzgadora y cejas inclinadas. Era como si tratara de decirles: ¿qué hacen perdiendo el tiempo? —J-jefe —balbuceó Karen—. L-le estaba indicando a Helena dónde quedaba su oficina. —Hay personas en la recepción, Karen. Si no te molesta, ve a atenderlos —ordenó, sin una pizca de emoción—. Yo me encargo de lo demás. —¡L-lo siento! —Karen hizo una reverencia. Helena parpadeó. La recepcionista se fue casi corriendo de ese lugar. Sin dudas, había sido regañada de una forma indirecta. Helena evitó la mirada de Nicolás. Él pasó por su lado y abrió la puerta de la oficina. —¿No vas a entrar? —le preguntó. —C-claro. Se sintió como una tonta. El perfume amargo de Nicolás invadió sus fosas nasales. Le provocaron cosquillas. Unas extrañas y molestas cosquillas. La oficina estaba equipada con todo lo necesario: un escritorio, lienzos, hojas especiales para trabajar con grafito, lápices de todo tipo de colores, y una computadora para los diseños digitales. Se parecía mucho a su lugar de trabajo en Atelier. —¿Crees que puedas innovar con una nueva colección para el próximo mes? —cuestionó. Helena se acercó al escritorio y pasó la yema de sus dedos por el vidrio templado. Estaba satisfecha con todo lo que veía. —¿Cuántos necesitas? ¿Qué quieres que transmita la colección? —preguntó, dispuesta a demostrar su talento. —Quiero que me sorprendas —insinuó, acercándose un poco a ella—. Utiliza todo lo que sientes por mi hermano y su amante. Quiero que expreses tus emociones en cada diseño, Helena. Los profundos ojos de Nicolás se clavaron en ella como dos gotas de lluvia golpeando el suelo. Helena sintió un escalofrío en su nuca. ¿Trasmitir sus propias emociones? —L-lo que siento no es nada bonito, señor —Giró la cabeza—. Su hermano me dio mil motivos para odiarlo. Me hizo daño. No creo que salgan buenos diseños si me baso en esos sentimientos. Nicolás se acercó aún más, con ambas manos dentro de sus bolsillos. Helena retrocedió dos pasos y chocó contra la punta del escritorio. Tragó saliva. —Hazlo —repitió—. Si quieres demostrarme tu talento, empieza por ahí. Una buena diseñadora siempre será capaz de plasmar emociones en lo que crea. Por algo el público queda encantado con las prendas, porque es como si tuvieran… vida. Ella sabía que Nicolás tenía razón en todo. Odiaba admitirlo. Pero Gabriel nunca le pidió algo como eso. ¿Crear atuendos con la temática de sus emociones? ¿Era en serio? —Odio, tristeza, venganza… —susurró ella—. Eso es lo que siento. Y usted está muy cerca, señor. Helena podía oler su aliento a menta. Nicolás ladeó la sonrisa porque no esperaba esa respuesta de su parte. Se alejó, no quería incomodar a su nueva diseñadora. —Llámame Nicolás. Si vamos a ser colegas y novios, lo mejor será tratarnos con confianza —expresó, subiéndose las mangas. Las mejillas de Helena ardieron. —¡¿N-novios?! —exclamó, en un titubeo. —¿Olvidaste el contrato? Fingirás ser mi novia ante el ojo público, Helena. Eso significa que asistirás a la gala que habrá el próximo mes… —le recordó—. Esa misma gala a la que irá Gabriel. Nadie sabrá que eres mi diseñadora. Sin embargo, todos sabrán que estamos saliendo. Firmaste un contrato con tres cláusulas. Cumple tu parte. El corazón de Helena no dejaba de latir. Había olvidado que tenía una relación falsa con su ex cuñado. Inhaló hondo. —Es verdad… —resopló, derrotada. Se preguntaba qué cara pondría Gabriel al verla junto a su mayor enemigo: su hermano menor.