Nicolás y Helena estaban frente al edificio de News Network, preparados para la entrevista de esa noche.
—¿Estás lista?
—Más que lista.
—Tienes que seguir la corriente en todo lo que nos pregunten, ¿de acuerdo? —comentó Nicolás.
—Lo sé. Admito que estoy un poco nerviosa porque es la primera vez que saldré en televisión sin que me juzguen o me digan que sufro de esquizofrenia —bufó, recordando el pasado—. Puedo hacerlo.
Nicolás le tomó la mano, y ese simple contacto encendió una chispa que recorrió su cuerpo como una corriente suave pero persistente. También Helena lo sintió: un estremecimiento sutil, casi imperceptible, que le erizó la piel.
A pesar de ello, Nicolás apretó los labios y mantuvo la mirada firme. No podía permitirse flaquear. Había demasiado en juego, y aunque el impulso lo empujaba a acercarse más, eligió la compostura.
Helena, por su parte, no soltó su mano.
—Debemos parecer una pareja al entrar —alegó Nicolás, con una seriedad que decepcionó a Helena—. ¿Está