Gabriel se quedó viendo a su ex novia desde la mesa donde andaba sentado. Estaba bailando con Nicolás y eso le hacía hervir la sangre.
Tenía los brazos cruzados, le costaba soportar que estaban juntos de verdad. ¿Desde cuándo? Si ellos ni se conocían cuando era novio de Helena.
—¿Qué tanto los ves? —inquirió Diana, notando la expresión de molestia en su prometido—. No debería de importarte. Ellos ya no son tu problema, Gabriel. ¿O te arrepientes de haber dejado a Helena?
Gabriel arrugó la nariz. Jamás estaría arrepentido. Helena dejó de gustarle cuando comenzó su relación secreta con Diana.
—¿Qué dices? No puedo creer que pienses esa barbaridad de mí —bufó, apoyándose sobre la mesa—. Helena no me importa. Lo que me molesta es que me estén viendo la cara de estúpido.
Diana inhaló hondo. Necesitaba calmarse y tratar bien a su novio si quería mantener la llama del amor encendida.
—Helena ya no es parte de tu vida. Y Nicolás, bueno, ustedes se odian —le recalcó—. ¿Por qué te molesta