Sarai estaba en el centro comercial junto a Miriam, caminando por los pasillos y echándole un ojo a las tiendas. Cada una tenía un helado en la mano, vainilla con chispas de chocolate para Sarai, fresa con crema para Miriam, y hablaban con esa mezcla de orgullo y preocupación que solo las madres conocen.
—No sabes lo respetuoso que es el novio de Maikol. Lo invité hace poco a la casa y la pasamos genial —comentó Miriam, comiendo su helado con tranquilidad—. Es un buen chico.
—Oh, sí, Helena me comentó hace poco que Maikol estaba saliendo con un socio de Nicolás —expresó Sarai, riendo—. ¿Quién lo diría? Nuestros hijos con parejas que son un amor.
—Aunque no me imaginé que vería a un japonés por estos lados —alegó Miriam, recién le estaba creciendo el cabello—. Por cierto, ¿qué opinas de que me tiña el cabello de fucsia?
Sarai abrió los ojos con sorpresa. El cabello de Miriam era negro puro, y trató de visualizar su imagen con el color fucsia. Arrugó la expresión.
—¿Te soy sincera?