—¡Mamá! ¿Has visto mi teléfono? No recuerdo donde lo dejé.
Helena buscó su celular debajo de los cojines con la urgencia de quien sabe que cada segundo cuenta. Nicolás la esperaba en el auto, y ella no quería hacerlo esperar más.
Sarai la observaba desde el marco de la puerta, con una mezcla de ternura y diversión.
Suspiró.
—Está en la mesa —informó—. Lo dejaste ahí después de responderle a Nicolás. Veo que tu mente hoy está en otra parte.
Ella se rio de lo olvidadiza que podía ser su hija cuando tenía tantas cosas en la cabeza. Bebió un sorbo de café.
Helena se alivió.
—¡Lo tengo! —exclamó al fin, alzándolo como si fuera un trofeo.
Lo guardó en su bolsito con una sonrisa satisfecha. Ya estaba lista para partir a su gran noche. La noche que había imaginado tantas veces, entre dudas y sueños.
Una noche que nadie podría arruinar.
—Muchas gracias, mamá, no sé qué haría sin ti —dijo, llena de gratitud—. ¿Cómo me veo?
Helena posó como modelo con el vestido negro brillante y la