Helena por fin regresó al trabajo después de semanas de reposo. El edificio le pareció más ruidoso de lo que recordaba, pero también más vivo. Al cruzar la puerta, varios compañeros la miraron con sorpresa y alegría, como si su presencia devolviera algo que había estado ausente todo ese tiempo.
Llevaba ropa cómoda, pero elegante, y aunque su cuerpo aún se resentía con algunos movimientos, caminó con firmeza. No quería que nadie la viera débil. Saludó con una sonrisa discreta, aceptó los abrazos sin quedarse demasiado tiempo en ellos, y se dirigió directo a la recepción para saludar a su amiga Karen.
—¡Helena! —Su amiga salió a toda velocidad para darle un abrazo—. No sabes cuánto me alegra verte aquí. ¿Cómo está tu herida?
—Mucho mejor. Ya está cerrada prácticamente —rio—. El doctor me ha dicho que estoy lista. La cicatriz es pequeña, por suerte.
—Me alegra tanto.
—Ahora, necesito que me des cada detalle de lo que pasó con Paul y Orlando, porque no hemos podido hablar bien sobre e