Helena regresó junto a Nicolás con el paso firme, aunque aún llevaba en el rostro la sombra de lo que acababa de vivir. Él la había estado buscando por un buen rato, recorriendo el salón entre copas y conversaciones vacías, hasta que la vio hablando con Gabriel a lo lejos.
No quiso interrumpir. Algo en la postura de Helena, en la tensión de sus hombros, le indicó que ese encuentro no era casual ni cómodo. Así que esperó, con las manos en los bolsillos y la mirada fija, hasta que ella se acercó de nuevo.
—¿Estás bien? —le preguntó en voz baja, sin presionarla.
Helena asintió, pero no dijo nada al principio.
—¿Qué fue lo que te dijo mi hermano? —preguntó, con los puños apretados.
—Lo mejor será sentarnos primero —Lo agarró de la mano para llevarlo a una mesa vacía, ya que las miradas de los invitados estaban centradas en ellos.
—Dime si Gabriel te amenazó o algo para darle su merecido —soltó.
Ella negó con la cabeza, no sabía cómo explicar lo que sucedió con su ex.
—Gabriel se