Sabía lo que significaba.
Pero se negaba a admitirlo.
Se negaba a decir, siquiera a pensar, que el lobo frente a ella… ese mismo que era una leyenda viva, un supuesto monstruo renacido… podía ser su segunda oportunidad de compañero.
—No —susurró para sí misma, bajito, mordiéndose el labio inferior—. No puede ser.
Pero la loba dentro de ella rugía impaciente, reconociendo lo que ella aún negaba.
Siempre pensó que eso no existía, que era solo otra leyenda creada para dar esperanza a los débiles y control a los fuertes. Pero ahora, detenida en medio del sendero, mirando la espalda ancha de River frente a ella, ya no sabía qué pensar.
No quería eso.
No otra vez.
El dolor en su piel le recordaba el motivo, la marca escondida bajo el manto palpitaba y ardía, todavía extremadamente dolorosa, quemando, sangrando bajo la piel. Y por más que intentara ignorarlo, todavía sentía el olor de su propia sangre. Era demasiado débil para curarse sola, demasiado débil incluso para vengarse. Lo único