La luna llena estaba alta en el cielo, lanzando una luz plateada sobre los árboles densos del bosque. El aire era frío, húmedo, y cada paso parecía resonar como un susurro de alerta entre las ramas. River caminaba al frente, con el ceño cerrado y la mirada atenta, los ojos brillando levemente en rojo en medio de la oscuridad. Detrás de él, Lyra, Nora y Callie se mantenían cerca, con los sentidos agudos, el cansancio evidente en sus rostros, pero la atención fija en otra cosa: estaban cerca.
Tan cerca.
—Debemos llegar al territorio de la Luna Sangrienta antes del amanecer —murmuró River, con los ojos recorriendo rápido el sendero apenas visible frente a ellos—. Si todo sale bien, encontraremos patrulleros apenas crucemos las fronteras, siempre han sido muy vigilantes.
—Solo espero que de verdad nos acepten allí —dijo Callie, con la respiración pesada—. No es que diga que mentiste… Pero ya nos rechazaron en muchos lugares solo por ser renegadas.
—Si alguien cuestiona, yo mismo respondo