—Sí —confirmó Lizzie, con la calma cortante de quien ya había previsto la reacción—. Llevas la enfermedad porque te metiste entre él y su destino. Él era el compañero de otra, y tú ayudaste a alejarlos, susurrándole al oído como una serpiente. Ahora el lazo entre ustedes está corrompido. Para romperlo… tendrías que eliminarlo.
Camilla se acomodó en el sofá, la garganta seca, la piel aún más caliente.
—Eso es…
—¿Locura? —Lizzie sonrió torcido—. Lo sé. Y no pienses que sería fácil. Es un Alfa. Un guerrero. Aunque enfermo, acabaría contigo antes de darse cuenta.
—Y aunque lo lograra… —murmuró Camilla, bajando los ojos— …la manada me mataría. Me castigarían por traición.
—Exacto —dijo Lizzie, girando la segunda carta lentamente: La Sacerdotisa Invertida—. La otra opción… es quedar embarazada.
Camilla levantó la mirada.
—¿Embarazada?
—Sí. Llevas la enfermedad, pero puede transferirse… durante el desarrollo de una nueva vida. Hay un ritual antiguo, prohibido en muchas manadas, pero aún po