Mundo ficciónIniciar sesiónEstaba sentada en la cama mirando la hora, apenas habia logrado conciliar el sueño, de repente el característico sonido de un taxi que se paraba en la calle le llamó la atención. Algunos de sus vecinos tomaban a veces un taxi si tenían que salir de viaje por la mañana temprano–Pensó Amanda, . . .así sin pararse más a pensarlo, se dirigió al cuarto de baño.
Al pasar por delante del dormitorio de su hijo, entreabrió la puerta y verificar que el niño estaba durmiendo. Al verlo que dormía plácidamente, se tranquilizó un poco. Por lo menos Santi había conseguido dormir a pesar de sus preocupaciones. Cerro la puerta sigilosamente y bajó las escaleras con la intención de preparar algo de café, con el que esperaba reanimarse antes de que empezara el duro día.
Para sorpresas de Amanda el ruido de la reja del jardín sonó con insistencia. Amanda miro de golpe, el reloj: 5:14 a. m. Con el ceño fruncido, cerro la bata y caminó hasta la puerta y miro por el ventanal pegado a esta noto como una figura que estaba de espalda al ventanal levantó la mano, como si fuera a llamar al timbre, para impedir a quien fuera que llamara a la puerta y despertara a su hijo, ella grito,…
–¡No toque el timbre por favor!.
Sin pararse a pensarlo, abrió la puerta un poco sin quitar el seguro de la puerta. Fue entonces cuando su corazón dio un vuelco,se encontró, frente a frente, con la última persona que esperaba ver. Esto era un encuentro inesperado al ver a Vito, en carne y hueso, por primera vez en tres años, sintió una terrible inquietud. De una vez capto todos los detalles, desde la frialdad que mostraban sus ojos, la inclinación de su boca o la manera casual en la que se apartaba informalmente la chaqueta para poder meter una mano en el bolsillo del pantalón.
–¡Vittorino!. . . exclamo Amanda
Ella no quería que él estuviera allí. Y aún menos deseaba ver cómo aquellos ojos de color miel le recorrían el cuerpo de arriba abajo, como si ella todavía fuera una de sus posesiones. Ante la insistencia de aquella mirada, Amanda sintió que algo arcaico y muy del pásado surgía a la vida dentro de ella.
Como si fuera la altivez personificada, Vito arqueó una ceja. De algún modo, a pesar de que ella estaba a su mismo nivel por estar sobre el escalón que separaba la casa del escalón del porche él consiguió mirarla como si fuera algo inferior a él.
Su presencia llenaba el umbral con su imponente estatura y esa maldita aura de seguridad que siempre la había sacado de quicio. Vestía aún con la chaqueta de cuero que solía usar en invierno, y su expresión era la de un hombre que había tomado una decisión inquebrantable.
—¿Qué demonios haces aquí, Vittorino? —preguntó en un susurro áspero.
–A mí me hubiera parecido que es evidente –replicó Vito con frialdad–. . .
—Vine a ver a mi hijo.
Amanda cruzó los brazos y negó con la cabeza.
—¿Qué!, . . . ¡Pero, … mira has mirado tu reloj!. ..Santi está dormido. No lo despertarás a esta hora es de madrugada aún.
Vitto apretó la mandíbula.
–Sé muy bien la hora que es, Mandi –respondió él, reflejando por primera vez un cansancio que ella no había notado antes.
—No necesito tu permiso para hablar con él.
Amanda sintió un calor de ira recorrerle el cuerpo.
—Claro que sí, porque vive conmigo, y yo no permitiré que vengas a alterar su paz a estas horas
Entonces, Amanda empezó a notar otras cosas sobre él. Por ejemplo, tenía un semblante que lo que ella hubiera esperado. Su hermoso rostro tenía algunos surcos que no estaban allí la última vez que lo vio. Las comisuras de la boca no eran igual.
De algún modo, aquella visión le provocó un cierto dolor por dentro. Aquella sensación la enfureció porque no quería sentir nada por aquel hombre que no fuera la indiferencia total.
Entretanto, Él bufó, frustrado.
—¿Alterar su paz? ¿O simplemente quieres seguir alejándolo de mí?
Amanda sintió un latigazo en el pecho.
—¿De verdad crees eso? ¿Aseguras que yo lo pongo en tu contra?
—No sé qué pensar, Amanda. Solo sé que desde hace meses nuestro hijo me trata como si fuera un extraño.
--Culpa de quien?, . . .¿Cómo has conseguido llegar aquí tan rápidamente? –preguntó ella.
–He volado durante toda la noche y luego vine directamente del aeropuerto.
Amanda se imaginó que, después de viajar toda la noche, el casancio lo tenía dibujado en su rostro. Entonces, recordó haber oído un taxi y, se dio cuenta de que Vito debía de haber viajado en uno de ellos desde el aeropuerto.A Vito le encantaba estar al mando de todo, tanto si era de los controles de un avión, el volante de un coche, esto era poco inusual en él.
–¿Has volado solo? –preguntó ella, sin evitar que la ahorrativa ama de casa que había en ella quisiera calcular el coste de un trayecto tan largo en taxi.
–¿Acaso importa? –replicó él, muy irritado–. Además, ¿tenemos que tener esta conversación a la puerta de tu casa? –añadió, notando que alguien había empezado a mirar por la ventana.
–Ya sabes que no eres bienvenido aquí –le espetó ella, decidida a no impresionarse por la actitud de un hombre al que se le recibía con los brazos abiertos en todas partes por su eminente posición en el mundo de los negocios.
–Tal vez mi hijo tenga una opinión muy diferente, y si desea estar conmigo en mi casa.
—Por qué no se lo Pregúntas a Alejandra entonces. —Las palabras salieron como veneno de sus labios—. ¿O acaso todavía confías ciegamente en tu adorada?
Vitto entrecerró los ojos, su expresión se volvió más oscura.
—No mezcles a Alejandra en esto.
Amanda soltó una risa amarga.
—¿Ah, no? Pues ella le ha dicho a Santi que solo es una carga para ti, que no lo quieres y que te casarás con ella apenas salga nuestro divorcio.
Vitto la miró fijamente, sin parpadear.
—Eso es absurdo.
—¿De verdad? —Amanda lo desafió con la mirada—. Lo escuché de la boca de nuestro hijo, entre sollozos y lágrimas.
Por un momento, Vittorino pareció vacilar. Pero entonces su expresión cambió, endureciéndose de nuevo.
—Quizá él lo interpretó mal.
Amanda sintió deseos de golpearlo.
—Claro. Ahora también es culpa de Santi, ¿no?
El silencio entre ellos se volvió tenso, pesado. La cercanía de Vittorino era sofocante, su perfume masculino aún le resultaba familiar. Demasiado familiar.
Vitto la miró con intensidad y dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ellos.
—Sigues siendo igual, Amanda —murmuró con voz grave—. Siempre peleando conmigo, siempre buscando la manera de odiarme… pero no puedes, aún lates por mi.
Amanda sintió su estómago encogerse.
—¡No digas estupideces!.
Vitto esbozó una sonrisa ladeada.
—Entonces dime que no sientes nada cuando estoy cerca.
Amanda tragó saliva. La arrogancia en su voz la enfurecía, pero lo que realmente la aterraba era la verdad en sus palabras.
—No vamos a hablar de esto. No hay un "nosotros" más allá de ser los padres de Santi.
—¿No? —Vittorino levantó una ceja—. ¿Abra ya la puerta!, ... dímelo otra vez, pero mírame a los ojos esta vez.
Amanda quiso gritarle, empujarlo, echarlo de su casa. Pero su cuerpo la traicionó, su respiración se volvió errática y su piel ardía con el recuerdo de lo que alguna vez compartieron.
Con un esfuerzo sobrehumano, desvió la mirada y se apartó.
—Vete a dormir, Vittorino. Hablaremos en la mañana.
--No me ire, esperare aqui hasta que Santi se despierte y hablare con él
Ella aunque dudo un poco, abrio la puerta coemntando
-OK, sigueme, ... Te llevare a la habitación de huespedes.
Él no insistió. Solo la observó por un instante más, como si buscara en su expresión algo que ella se negaba a admitir. Luego, sin decir más, tomó su maleta y la siguió a la habitación de huéspedes en silencio.
Amanda se quedó allí, con las piernas temblorosas y el corazón desbocado.
Odiaba la forma en que él aún la hacía sentir. Pero más que nada, odiaba la idea de que tal vez, solo tal vez… nunca podría dejar de sentirlo.







