Amanda simulando una firmeza que estaba lejos de sentirla, entró al salón con pasos tensos, casi mecánicos, llevando aún en el pecho el peso de las palabras que Vittorino le había lanzado. Cerró la puerta con suavidad, pero su respiración era todo menos tranquila.
Ella sentía la garganta apretada, el estómago revuelto y una rabia contenida que le quemaba por dentro.
-No entiendo su proceder —exclamó Amanda.-o tal vez sí, pero no quería aceptarlo—Pensó en ese instante.
-Cómo él podía darle la vuelta a todo y señalarla a ella como si fuera la culpable de absolutamente todo...¡Hipócrita!y que egoista…exclamó
Las palabra seguía resonando en su mente, pegada como una espina venenosa.Amanda se llevó una mano al pecho, respirando profundo para contener el dolor.
—¿Cómo se atreve…? —susurró entre dientes, sintiendo que la molestia se transformaba en algo más denso, más amargo. Porque lo que más le hería no era el insulto… Era una injusticia.
Vittorino actuaba como si no recordara los años d