Ella asintió en silencio y, en ese instante, no pidió nada más. Porque, tal vez, lo que Pedro decía con los ojos era más sincero que cualquier pasado que aún ocultara.
Esa noche, el cansancio físico no fue suficiente para apagar la inquietud que latía en los corazones de ambos. Jasmine se acostó con el cuerpo dolorido, pero con el alma en calma. Cerró los ojos y recordó el toque leve de los dedos de Pedro, el calor silencioso de su mirada, la ternura contida en cada gesto.
Pedro, por su parte, permaneció un buen rato en el granero, organizando herramientas que no necesitaban orden, solo para dar tiempo a sus pensamientos. Su vida anterior parecía distante, como si perteneciera a otra persona. La velocidad, los trajes, los contratos milionarios... todo eso perdía sentido frente a la sonrisa de una niña corriendo descalza en el pasto y el olor a pan de queso recién horneado.
Al día siguiente, el clima cambió. Unas nubes pesadas cubrían el cielo, prometiendo lluvia. Pedro y Jasmine aprov