El sol apenas se asomaba entre las montañas cuando ya estaba en pie, recorriendo los límites del territorio como cada mañana. Como Beta de la manada, mis responsabilidades eran claras: mantener el orden, ser los ojos y oídos del Alfa, y asegurarme de que nada perturbara la paz que tanto nos había costado construir.
Mi nombre es Adrián, y llevo siendo el Beta de Damián desde que éramos apenas unos cachorros jugando a ser guerreros. Lo conozco mejor que nadie, incluso mejor que él mismo. Por eso, cuando comenzaron los rumores sobre una loba misteriosa en nuestros territorios, supe inmediatamente que algo andaba mal.
—¿Has escuchado lo que dicen? —me preguntó Marcos, uno de los centinelas, mientras hacíamos el cambio de guardia—. Dicen que hay una loba nueva en la ciudad. Nadie sabe quién es, pero todos hablan de ella.
—¿Qué dicen exactamente? —pregunté, intentando sonar casual.
—Que es hermosa, pero hay algo... diferente en ella. No huele como una loba común. Algunos dicen que ni siquie