El pasado nunca desaparece.

Se aferra a la piel como una segunda capa, ardiendo, recordándote cada herida, cada traición. No importa cuánto corras o cuánto intentes ignorarlo, siempre regresa.

Y el mío me perseguía en cada respiro.

Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro.

Damon.

El Alfa que me había rechazado sin pensarlo dos veces.

El hombre que había destrozado la conexión entre nosotros como si no significara nada.

Podía escuchar su voz con claridad, el desprecio goteando de cada palabra.

"Nunca serás digna de mí."

Su sentencia había sido un puñal directo a mi alma. Pero el dolor ya no me consumía. No de la manera en la que lo hizo esa noche. Ahora, ese mismo dolor se había transformado en algo más peligroso.

Fuego.

Uno que ardía en mi interior con una promesa inquebrantable.

No sería la misma Lilith que él desechó.

Me levantaría de mis cenizas.

Y cuando llegara el momento, Damon se arrepentiría de haberme dejado vivir.

—¡Concéntrate!

La voz de Kael me arrancó de mis pensamientos justo a tiempo para esquivar su ataque. Su puño pasó rozando mi rostro, lo suficiente para sentir el viento de su movimiento.

Retrocedí con rapidez, mi respiración acelerada. El entrenamiento con él no era misericordioso, y eso era exactamente lo que necesitaba.

—Tu mente está en otra parte —dijo con una mirada severa—. Y si sigues así, te matarán antes de que puedas poner un pie fuera de este campamento.

Ignoré el escozor de mis músculos adoloridos y me lancé de nuevo al ataque.

Kael era implacable. Me empujaba al límite una y otra vez, forzándome a encontrar fuerza en cada rincón oculto de mi cuerpo. No había descanso. No había tregua.

Caía. Me levantaba.

Golpeaba. Me derribaban.

Cada día me volvía más rápida. Más fuerte.

Pero todavía no era suficiente.

—Otra vez —dije, con la mandíbula apretada.

Kael sonrió, y en sus ojos brilló un destello de aprobación antes de lanzarse sobre mí.

El golpe de Kael me impactó en el costado, sacándome el aire de los pulmones. No tuve tiempo de recuperarme antes de que se moviera de nuevo, su puño viniendo directo hacia mi rostro.

Giré instintivamente, dejando que la fuerza de mi propio cuerpo me ayudara a esquivarlo. Apenas logré deslizarme fuera de su alcance cuando su pierna barría el suelo, haciéndome perder el equilibrio.

Caí de espaldas con un jadeo, la tierra áspera raspando mi piel desnuda.

—Eres demasiado predecible —gruñó Kael, cruzándose de brazos sobre su pecho. Su silueta se alzaba sobre mí, impasible—. Piensas demasiado en cada movimiento.

Bufé, incorporándome lentamente.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que me convierta en un jodido animal rabioso y ataque sin pensar?

Kael sonrió con suficiencia.

—Sí.

Mi mirada se afiló.

—Voy a matarte mientras duermes.

Él rió, una carcajada grave y profunda que me erizó la piel.

—Tendrás que volverte mucho mejor si quieres lograrlo, pequeña loba.

Me puse de pie de un salto, ignorando el ardor de mis músculos protestando.

—Otra vez.

Kael arqueó una ceja, pero no dijo nada antes de lanzarse sobre mí. Esta vez, estaba lista.

No pensé. No analicé.

Dejé que mi cuerpo actuara por instinto.

Me deslicé bajo su ataque y giré con velocidad, usando su propia fuerza en su contra. Mi codo impactó su estómago, un golpe rápido que lo hizo gruñir. Antes de que pudiera recuperarse, elevé mi rodilla hacia su costado.

Él bloqueó el golpe en el último segundo, pero yo ya estaba moviéndome de nuevo.

Esta vez, fui yo quien lo derribó.

Kael cayó al suelo con un sonido sordo, su expresión pasando del desconcierto al orgullo en cuestión de segundos.

—Eso estuvo mejor —admitió, incorporándose con facilidad.

Yo, en cambio, sentía mis piernas temblar de cansancio. Pero lo había hecho. Lo había derribado.

Un pequeño paso.

Un paso hacia convertirme en algo más que una omega rechazada.

Un paso hacia mi venganza.