El salón resplandecía con antorchas ceremoniales. Lilith podía sentir el peso del vestido blanco sobre sus hombros, la tela bordada con hilos de plata que representaban la unión de dos manadas. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo central, rodeada de miradas expectantes. Algunos rostros mostraban admiración, otros envidia, pero todos compartían la misma certeza: ella, una simple omega, había sido elegida por el destino para unirse al Alfa más poderoso de todos.
Sus pies descalzos tocaban el suelo frío de mármol. Cada paso la acercaba más a él, a Damián, quien esperaba al final del recorrido con su imponente figura recortada contra el altar ancestral. Su rostro permanecía impasible, como tallado en piedra.
"Esto es lo que siempre soñaste", se repetía Lilith mientras avanzaba. "El destino te ha elegido."
Pero algo en su interior le advertía que algo no estaba bien. La mirada de Damián se volvía más fría con cada paso que ella daba. Cuando finalmente llegó frente