La noticia se extendió como fuego en un bosque seco. En menos de veinticuatro horas, toda la manada conocía la verdad sobre Lilith. Los susurros recorrían cada rincón del territorio, desde las cabañas más humildes hasta los pasillos de mármol de la mansión principal. La omega rechazada, la que había huido en desgracia, había regresado convertida en algo que desafiaba las leyes naturales de su especie.
En la sala del Consejo, los Ancianos se reunieron de emergencia. El aire acondicionado no lograba disipar el calor de la tensión que flotaba entre ellos. Siete figuras de edad avanzada, vestidas con túnicas ceremoniales de color gris oscuro, formaban un semicírculo alrededor de una mesa de roble tallado con símbolos ancestrales.
—Esto es inaceptable —sentenció Horacio, el más antiguo de los Ancianos, golpeando la mesa con su puño—. Una omega que puede bloquear el vínculo con su Alfa destinado y que posee habilidades que ni siquiera nuestros guerreros más fuertes tienen... ¡Es una aberrac