Con 90 días restantes y cayendo en las encuestas, hice lo único que una estratega desesperada hace: algo completamente irracional.

La sala de prensa del Consejo Global se llenó en cuestión de minutos cuando anuncié la conferencia sin previo aviso. Ni siquiera había informado a Marcus o a los demás miembros del equipo. Los vi llegar corriendo, con expresiones de pánico mal disimulado, mientras las cámaras se alineaban y los periodistas ocupaban cada asiento disponible.

La transmisión se activó automáticamente en cada pantalla del planeta. Protocolo de emergencia que solo se usaba para declaraciones de guerra o catástrofes globales. Mi aparición inesperada había activado todos los sistemas de alerta.

Me acerqué al podio con pasos medidos, sosteniendo una sola hoja de papel. No temblaba. Por primera vez en meses, mis manos permanecían completamente