Tres días.Tres malditos días corriendo, escondiéndonos, sobreviviendo con bayas amargas y el agua turbia de arroyos que probablemente me darían parásitos. Mira había logrado cazar un conejo la noche anterior, pero yo seguía siendo inútil para eso. Sin lobo, mis sentidos apenas superaban los de un humano común.Excepto por estos poderes lunares que ardían bajo mi piel como un segundo corazón, pulsando, esperando ser liberados.—Necesitamos descansar —jadeó Mira, colapsando contra un árbol—. No he dormido más de dos horas seguidas.—Si descansamos, nos alcanzarán —dije, aunque mis propias piernas temblaban de agotamiento—. Puedo sentirlos. Hay al menos tres grupos buscándonos.—¿Cómo...? —empezó Mira.—Los hilos —expliqué, cerrando los ojos—. Puedo ver sus conexiones con la luna. Como... rastreadores brillantes moviéndose por el bosque. Están coordinando un cerco.—Mierda.El olor llegó entonces. Pino y tormenta. Ese aroma salvaje que nos había estado persiguiendo durante días pero nun
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