Mundo ficciónIniciar sesiónDejé que el niño muriera.
Las palabras resonaron en mi mente mientras sostenía el cuerpo pequeño e inmóvil contra mi pecho. Thomas había cerrado los ojos apenas unos minutos antes, después de susurrar que prefería la libertad a la salvación divina. Sus labios habían perdido el color rosado, y su respiración se había desvanecido como un suspiro final que llevaba consigo toda la inocencia del mundo.
No grité pidiendo ayuda a Solón. No invoqué ningún poder divino. Simplemente dejé que la naturaleza siguiera su curso cruel e inevitable, mientras las cámaras de todo el planeta captaban cada lágrima que rodaba por mis mejillas.
La plaza central se sumió en un silencio tan absoluto que podía escuchar el zumbido de los drones que transmitían la escena a ocho mil millones de espectadores. Nadie se movía. Nadie re







