Alejandra Marie Costa
Afuera, el cielo ya estaba oscuro.
Me senté en el umbral de la cabaña, con mi hija dormida en brazos. Miraba el sendero como si pudiera forzar la llegada de quienes quedaron atrás. Mientras Darío se dedica a cocinar la cena el aroma que viaja de la cocina es agradable despertando mi estomago por la preocupación había olvido de que tengo mucha hambre ya han pasado muchas horas de mi último bocado de comida.
Y entonces, lo vi.
Un punto de luz. Luego dos.
Pasos. Arrastrados. Cojeantes.
Marian emergió primero, ensangrentada, con el rostro cubierto de polvo.
Llevaba a Lina en brazos. Desmayada. Viva.
Corrí hacia ellas.
—¿Y Gael? —pregunté. Al notar que no estaba por ninguna parte.
Marian bajó la mirada.
—Se quedó atrás. Nos salvó —luego silencio mientras concentra su mirada cansada en mi rostro —¿Dijo algo… antes de quedarse?
Asiento esperando.
—Dijo que buscaba a su hermana.
—¿Su hermana? No entiendo… ¿Qué? ¿por eso llego con nosotras? Esperaba que supiéramos algo